La materialidad de las comunidades argáricas se caracteriza por una combinación característica de artefactos. Entre los objetos metálicos figuran herramientas, armas y adornos. Aunque la mayoría procede de contextos funerarios, no hay duda de que eran utilizados diariamente en actividades de corte y perforación. En la producción metalúrgica, la forja en frío y el recocido jugaron un papel mucho más destacado que durante el Calcolítico, ya que el número de piezas donde se verifican estas operaciones técnicas pasó de 30% a 75%. Ello hizo que el metal argárico fuese más homogéneo y resistente.



El cobre o, más tardíamente, el bronce se emplearon para la fabricación de espadas, alabardas, hachas, puñales/cuchillos, punzones y pequeños adornos, mientras que el oro y la plata se reservaron principalmente para la elaboración de brazaletes, pendientes anillos o diademas.
Las armas y las herramientas responden a tipos ubicables cronológicamente dentro del tiempo argárico. Las alabardas se asocian a tumbas con individuos masculinos en las primeras etapas del periodo argárico (desde los inicios hasta-1800/1750 cal ANE), siendo reemplazadas por las hachas a partir de 1800/1750 cal ANE. Los puñales se depositan en tumbas a lo largo de todo el periodo argárico, mientras que las espadas, inicialmente cortas, incrementan su longitud hasta alcanzar más de 60 cm a partir de ca. 1750 cal ANE. La mayor parte de las escasas puntas de proyectil, de forma lanceolada o con aletas laterales, proceden de contextos habitacionales.



Los punzones son herramientas asociadas a tumbas femeninas a lo largo de toda la temporalidad argárica. También se asocian a mujeres las diademas en cualquiera de sus tipos (de cinta simple o con apéndice discoidal), aunque su uso se restringió a los siglos finales del mundo argárico.