Los últimos siglos de época argárica se caracterizan por un peso destacado del cultivo de cereales, entre los cuales destaca la cebada. Los análisis de las concentraciones de este cereal recuperadas en Gatas indican que el grano era transportado ya limpio desde las llanuras al poblado. El pequeño tamaño de las semillas, tal y como reconoció Stika entre los restos recuperados en Fuente Álamo durante la campaña de 1988, y el resultado de los análisis isotópicos de Carbono publicados por Araus y equipo en 1997 sobre semillas de distintos yacimientos, sugieren unas condiciones de crecimiento en régimen de secano, probablemente de carácter extensivo sobre los suelos de margas y gredas de las cuencas terciarias. En cambio, las legumbres y el lino debieron de cultivarse en los suelos más húmedos de las vegas gracias a la inundación natural o a sencillas infraestructuras de regadío.
Algunos poblados de llanura, como El Rincón de Almendricos y La Loma del Tío Ginés, no se ajustan del todo al patrón cerealista, pues introdujeron mayores cantidades relativas de legumbres en la producción agrícola.
Las diferencias entre tipos de poblados en términos de explotación agrícola también se reflejan en otros elementos relacionados con el procesado del cereal. La presencia de elementos de hoz o de trillo de piedra tallada es proporcionalmente mayor en las aldeas en llano que en los poblados en altura. Por su parte, los medios destinados al almacenamiento y transformación de cereales son bastante más abundantes en los poblados de altura. Mientras que en las aldeas agrícolas los instrumentos de molienda son escasos, en los poblados de altura se advierte una presencia masiva de molinos, donde aparecen en el suelo o dispuestos sobre banquetas. Prueba de ello son el departamento XVIII de La Bastida con 16 molinos, el espacio 109-210 de Gatas con 12 molinos, la “Casa C” de Ifre con 10 molinos o la ocupación B del corte 39 de Fuente Álamo donde se hallaron 22 molinos en estado operativo dispuestos en varias pilas.
La mayor parte de recursos líticos para la producción de molinos procedía de las cuencas de los principales ríos, situados a distancias variables de los asentamientos de altura y en la misma zona que ocupaban los territorios agrícolas. Se ha observado que la distribución de las materias primas más ventajosas para la producción de molinos (rocas volcánicas y micaesquistos granatíferos) aparece fuertemente restringida a los territorios cercanos a sus fuentes naturales. Esta marcada territorialidad en el abastecimiento de las rocas empleadas en la producción de molinos introdujo grandes diferencias entre asentamientos respecto a la eficiencia del proceso de molienda.
Además de los propios molinos, en las áreas de molienda hallamos percutores para mantener operativas las superficies de aquéllos y contenedores cerámicos para guardar grano y harina. Estos recipientes presentan una normalización volumétrica que sugiere la gestión controlada del producto agrícola (ver Alfarería).
La harina podía servir para hornear pan o preparados similares, tal y como indican los análisis micromorfológicos realizados en dos estructuras de combustión circulares de arcilla halladas en Gatas.
La cantidad y disposición de los molinos en asentamientos como Gatas y Fuente Álamo indican que en cada uno de los talleres multifuncionales argáricos podrían haber trabajado simultáneamente entre 6 y 10 personas. La capacidad productiva en estos asentamientos, evaluada a partir de una estimación del número de molinos operativos en un horizonte temporal determinado, habría permitido abastecer de harina a una población de hasta 1000 individuos, muy por encima de la cifra propuesta para los poblados citados de Gatas y Fuente Álamo (entre 200 y 450 personas). Esta circunstancia, unida a la presencia de pilas de molinos operativos a la espera de ser usados, sugiere que en el momento álgido del desarrollo económico argárico, entre 1750 y 1550 cal ANE, los asentamientos en cerro acogían periódicamente contingentes de fuerza de trabajo residente en otros lugares.
Todo ello apunta a que los asentamientos de altura ejercían el control de los territorios agrarios en calidad de centros de almacenamiento, transformación y redistribución. En ellos se concentraba la mayoría de los medios de producción disponibles en la economía subsistencial argárica: materias primas, productos agrícolas, medios de producción y fuerza de trabajo.
Por otro lado, la preponderancia del cultivo cerealista en régimen de secano extensivo conllevaría los riesgos inherentes a las estrategias económicas dependientes de un escaso número de recursos y que reducen la diversidad biológica (efectos más intensos de las plagas, agotamiento del suelo). A su vez, el cultivo extensivo a gran escala contribuyó a la deforestación de grandes extensiones, a la salinización de los suelos y al incremento de la erosión (ver Paleoambiente). Adicionalmente, una dieta desequilibrada basada en el consumo excesivo de cebada, tal y como se supone para los últimos siglos argáricos, acarrearía problemas de salud para al menos una parte importante de la población.